Igor Domsac | 18 noviembre 2025
Fuerteventura, con su paisaje volcánico y su luz sobrenatural, se convirtió durante una semana en un punto de convergencia entre los saberes ancestrales, la ciencia contemporánea y una comunidad creciente que busca relacionarse con las medicinas tradicionales indígenas y sus análogos sintéticos desde el respeto y la responsabilidad. El ambiente general, repetido en pasillos, talleres y encuentros improvisados, se mostró unánime: el evento superó todas las expectativas y dejó una sensación de cohesión colectiva que no siempre resulta fácil de lograr en el actual panorama psicodélico europeo.
Para ICEERS, Fuertedélica representó un encuentro particularmente significativo: un lugar donde varios miembros del equipo pudieron contribuir desde sus áreas —ciencia, integración, acompañamiento, comunicación— y donde la voz de la maestra shipibo Ronin Wesna aportó la profundidad de una tradición viva. Su emotiva presencia anticipa también su participación en el Foro Mundial de la Ayahuasca, un evento liderado por pueblos indígenas que ampliará el alcance de estas conversaciones. En Fuerteventura quedó patente que ICEERS ayuda a sostener ese puente entre disciplinas, comunidades y generaciones.

Fuertedélica Week: la apertura del círculo
La antesala del congreso —Fuertedélica Week— marcó desde el principio la singularidad de esta edición. Más que un aperitivo, supuso un espacio de preparación corporal, mental y espiritual donde convivieron prácticas locales y tradiciones indígenas. Las personas asistentes pasaron de la respiración consciente al baño de hielo, de talleres de movimiento a rituales que incorporaban plantas endémicas de Canarias y elementos de la iconografía amazónica.
Heiko —desde 7LemonsHouse en Lajares— sintonizó el cuerpo con sesiones de respiración y baño de hielo, mientras que Claudia Valdeón Liébana condujo un viaje ceremonial con plantas locales que conectó de forma íntima a las personas asistentes con el territorio canario. NaKa, del espacio El Templo, llevó el trabajo hacia la voz y la expresión ritual, mientras Karina Bertolotto ofreció herramientas somáticas esenciales para quienes acompañan procesos psicodélicos. La música ejerció un protagonismo especial gracias a Juan Calvi, que abrió espacios de exploración sensorial a través de sus paisajes sonoros enteógenos. La psicoterapia asistida con ketamina se abordó de manera práctica en un taller facilitado por Joan Obiols, José Carlos Bouso, Irene Pérez y Marta Martín. Y la micología cobró un peso inesperado con un taller exclusivo para Fuertedélica, en el que Isaac Vidal, Jacint Moya y Antti Lehtonen guiaron a los participantes por todo el proceso de cultivo de hongos: desde la teoría básica hasta los métodos de propagación del micelio, la inoculación y la preparación en directo de un monotub que fue sorteado entre la concurrencia.
Además, Liana Aya Silvey planteó la integración como un proceso regenerativo encarnado, Diego González (High Vibe Tribe) profundizó en la sonoterapia como vía de salud, y Marco Giglio cerró el espectro con un enfoque de nutrición consciente. Fuertedélica Week no funcionó como un simple prólogo, sino como un tejido experiencial que preparó al grupo para acceder al congreso con una sensibilidad compartida.
Lo que emergió fue la sensación de acceder a un espacio liminal: ni un retiro, ni un congreso académico, sino un puente entre mundos aparentemente inconexos. Muchos participantes describieron Fuertedélica Week como un proceso que abría el cuerpo a la escucha y permitía llegar a las conferencias con un enfoque más claro, menos condicionado por expectativas y más dispuesto a una experiencia transformadora.
La organización logró mantener la coherencia en un programa diverso, articulando la semana de actividades bajo un hilo conductor: ofrecer un espacio seguro y respetuoso donde las prácticas indígenas y las innovaciones contemporáneas pudieran dialogar sin fricciones.

Las variedades de la experiencia psiquedélica
Con el inicio del congreso, la sensación de comunidad ya podía respirarse en el ambiente. Las jornadas se estructuraron en torno al eje de preparación-iniciación-integración, una arquitectura conceptual que permitió ordenar desde ponencias científicas hasta prácticas tradicionales, etnobotánica, modelos terapéuticos y políticas públicas.
En la mesa de jóvenes investigadores, durante la mañana del viernes, participaron Sophia Vasconcelos («El acompañamiento posterior como extensión terapéutica en la psicoterapia asistida con ketamina»), Óscar Soto («Integrando fenomenología y psicoterapia en el trabajo con psicodélicos»), Cécile Giovannetti («Ayahuasca y salud mental en pueblos indígenas y pacientes latinoamericanos») y Gerardo Gonzalo, quien explicó la relación entre la teoría de la mente y la red neuronal por defecto a través de los psicodélicos.
Por la tarde, tras un viaje sonoro a cargo de High Vibe Tribe, la bienvenida de José Carlos Bouso estableció el marco conceptual que guiaría las jornadas, seguida de intervenciones profundamente diversas. En la presentación de proyectos patrocinadores se mostraron iniciativas como Clínica Synaptica (Marta Martín), BMed Global (Karina Bertolotto) y MycoBag (Rubén Valenzuela). Posteriormente tuvo lugar la conferencia inaugural «Medicina y cultura shipibo», a cargo de Ronin Wesna, acompañada de Iñaki Berazaluce, director de la serie documental «Las voces de la ayahuasca». En la mesa de preparación participaron Irene Pérez (Clínica Synaptica), Marc Aixalà (ICEERS) y Rafael Guimarães dos Santos, quienes abordaron los preparativos requeridos para la administración de estas medicinas. Por último, la charla magistral «Las tribulaciones de un psiquiatra psicodélico» corrió a cargo del doctor Joan Obiols, presidente de ICEERS y una de las figuras pioneras en la introducción y exploración clínica de los psicodélicos en el contexto español, cuya trayectoria combina décadas de práctica psiquiátrica con una mirada adelantada a su tiempo sobre el potencial terapéutico de estas medicinas.
El sábado, la mesa de iniciación reunió a Mendel Kaelen —tendiendo un puente entre música y neurociencia—, a Igor Domsac —que abordó el viaje iniciático desde la creación artística— y a Jesús González Mariscal, quien llevó la conversación hacia las sabias mazatecas y los hongos sagrados. Después de este primer recorrido, la tarde abrió un paréntesis fértil dedicado a la presentación de proyectos: Ingrid Tartakowsky compartió su libro El mundo espiritual de la ayahuasca, Adela Abad presentó el delicado trabajo del Proyecto Esperanza y Flora Sirkia introdujo PsyFlow, tres miradas que ampliaron el horizonte del encuentro. Más tarde, la fase de integración desplazó el foco hacia el arte de regresar con sentido: Kiko Castellanos («Cuando el círculo habla») exploró las narrativas que emergen tras la experiencia, mientras Eirini Argyri («El lado oscuro de la experiencia psicodélica») y Liana Aya Silvey («Integración psicodélica, un proceso regenerativo de ecología interna y bienestar social») completaron un mosaico de perspectivas que invitaban a pensar en la transformación como un proceso lento, profundo y necesariamente compartido.
El bloque de políticas públicas arrancó con la mesa «Psicodélicos y políticas públicas», donde Miguel Castejón trató la regulación global, Héctor Brotons abordó los aspectos legales en España y Aura Roig compareció desde el nexo entre feminismo y políticas de drogas desde una mirada interseccional. Las conferencias finalizaron con la charla magistral sobre «Uso de plantas psicoactivas en las culturas indígenas canarias», presentada por Fernando Hernández con moderación de José Gregorio González, reforzando el enfoque cultural y territorial del encuentro.
Las medicinas tradicionales indígenas ocuparon un lugar central. La presencia de rituales, saberes y perspectivas originarias no se presentó como un adorno cultural, sino como un recordatorio de que el renacer psicodélico contemporáneo se sostiene en raíces profundas, en muchas ocasiones invisibilizadas por la voracidad occidental. Por su parte, la audiencia respondió con atención y madurez, creando un ambiente donde se podía hablar de ayahuasca, hongos o prácticas canarias desde la responsabilidad y no desde la fascinación superficial que a veces domina la conversación pública.

La presencia de ICEERS: una brújula en el sendero
Parte del éxito de la edición se debió a la claridad conceptual aportada por el equipo de ICEERS, cuyas intervenciones ayudaron a marcar un tono de rigor, ética y sensibilidad intercultural. El doctor José Carlos Bouso, director científico de la fundación, actuó como maestro de ceremonias, inaugurando el encuentro, moderando varias de las mesas y aportando las conclusiones finales.
Marc Aixalà, con su trayectoria en integración psicodélica, aportó un enfoque especialmente valioso sobre la preparación de estas experiencias. Sus contribuciones ayudaron a entender que el trabajo con medicinas indígenas requiere un acompañamiento cuidadoso y a menudo prolongado.
Igor Domsac hizo un recorrido por su trayectoria creativa, marcada por el intento de traducir la experiencia psicodélica a distintos lenguajes artísticos. Su intervención culminó con la presentación de «Psilocibes, lo percibes», una pieza audiovisual inmersiva desarrollada con la ayuda de varias inteligencias artificiales generativas. El resultado fue un viaje sensorial que desplegó imágenes, ritmos y atmósferas que evocaban estados ampliados de la consciencia y que se integró de forma natural en el espíritu exploratorio del congreso.
Finalmente, Kiko Castellanos destacó por su mirada sobre la integración comunitaria y el análisis del discurso post-ceremonial, abriendo un campo muy poco explorado pero esencial para comprender cómo las personas reconstruyen significado después de experiencias intensas con plantas maestras. Su perspectiva conectó de manera natural las prácticas indígenas del círculo de palabra con los marcos narrativos contemporáneos.

Un evento que dejó huella
Al finalizar, la sensación general era la de haber vivido algo más que un congreso, reconociendo la madurez creciente del movimiento psicodélico y la importancia de integrar saberes indígenas y científicos con la creación de vínculos comunitarios y cuidado interpersonal. Los pasillos llenos de sonrisas, los abrazos después de cada taller, las conversaciones hasta bien entrada la noche y la ausencia de conflictos logísticos dieron testimonio de una edición especialmente bien organizada, apreciada y celebrada.
Fuertedélica 2025 mostró que, cuando ciencia, tradición y comunidad se encuentran sin jerarquías, surge un territorio nuevo donde la investigación dialoga con la espiritualidad indígena y la integración se convierte en el hilo que lo sostiene todo. Para quienes llevan años trabajando entre plantas maestras, salud mental y justicia cultural, el evento fue un recordatorio de que este campo avanza con paso firme, incorporando nuevas voces, nuevas prácticas y nuevas preguntas sin perder de vista las tradiciones que lo originaron.
En este contexto de crecimiento y madurez, el próximo Foro Mundial de la Ayahuasca aparece como un paso lógico dentro del propio movimiento: un encuentro concebido y organizado por líderes indígenas, donde las decisiones y las conversaciones parten directamente de quienes han custodiado estas prácticas durante generaciones. Si Fuertedélica permitió abrir debates y tejer nuevas conexiones, el Foro ofrecerá un marco más amplio y profundamente enraizado desde el que seguir avanzando hacia formas de colaboración más equilibradas, donde la diversidad de tradiciones, experiencias y saberes pueda convivir sin jerarquías y con un sentido compartido de responsabilidad.
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