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    Perspectivas – Navegando por la complejidad del mundo etnobotánico a través de puntos de vista personales.

    La destrucción generalizada y sistemática de nuestros ecosistemas, la explotación de los recursos de la Tierra, la cría industrial de animales y el fanatismo desmedido son las señas de identidad de la raza humana moderna.

    Parte del problema es nuestra visión materialista del mundo, que no sólo niega la vida y el espíritu inherentes a otros seres, sino que también nos da la ilusión de estar por encima de las leyes de la naturaleza.

    Sin embargo, tenemos una oportunidad única de aprender de la sabiduría de personas que han mantenido la conexión con la naturaleza durante toda su existencia. La ayahuasca, una planta medicinal utilizada por innumerables pueblos indígenas de la cuenca del Amazonas, está aumentando rápidamente su popularidad en el Norte Global. Y con ella llega la oportunidad de cambiar nuestra perspectiva.

    Este ancestral brebaje psicodélico es un pilar básico de docenas de culturas sudamericanas, la mayoría de las cuales emplean alguna forma de espiritualidad animista que conlleva una conexión profunda e innata con la naturaleza, los animales y el ser. La ceremonia de la ayahuasca puede ser una poderosa puerta de entrada a los principios animistas.

    La ayahuasca tiene el poder de transformar a los individuos de muchas maneras. Pero, ¿podría también ayudar a la humanidad a salir de su prisión materialista? ¿O estamos ya demasiado lejos para ser salvados por un cambio de perspectiva, por muy repentino o revelador que sea?

    El materialismo y la raíz de nuestros problemas

    La filosofía del materialismo ha sido la visión del mundo predominante en el Norte Global desde mediados del siglo XIX. Sugiere que todo en el mundo es material, puramente mecánico y físico. No existe el «espíritu» o el «alma», y cualquier ilusión de conciencia o de libre albedrío que se pueda poseer no es más que un «epifenómeno» de la materia, un derivado irrelevante y arbitrario de la realidad física que puede eliminarse de la ecuación.

    Esta filosofía tuvo algunas consecuencias inevitables hacia finales del siglo XIX: la religión empezó a perder su popularidad, los científicos materialistas empezaron a ocupar puestos en las altas esferas de la sociedad y muchos de nosotros dejamos de preocuparnos por las consecuencias de nuestras acciones en otros seres vivos (después de todo, no hay nada especial o sagrado en la conciencia).

    En la misma época en la que el materialismo estaba ganando el control en el Norte Global, también estábamos comprando otra filosofía peligrosa. Es una filosofía tan subversiva que nunca ha sido nombrada. Daniel Quinn lo explica nítidamente en su libro Ishmael, en el que describe a los que compran esta filosofía como «tomadores» (takers), lo cual nos incluye a casi todos en la sociedad occidental actual.

    La historia que esta filosofía intenta vendernos es que se halla en nuestra naturaleza el hecho de estar desconectados de la naturaleza. Asegura que hay algo profundo en nuestros fundamentos humanos que hace que seamos bendecidos para ser los reyes que gobiernan a todos los demás seres, y a la vez condenados a estar siempre separados del zumbido glorioso y carente de esfuerzo de la ley natural.

    Según esta filosofía, estamos reducidos a un infeliz conquistador sentado sobre un montón de cadáveres en un páramo estéril, y no hay forma de que podamos ser otra cosa.

    Esta filosofía un tanto derrotista (y muy descarriada) ha calado hondo en muchas partes de la sociedad, hasta el punto de que muchas personas ni siquiera son conscientes de que están imbuidas en este dogma. Cuando nos vemos obligados a enfrentarnos a nuestra codicia, explotación o crueldad, a menudo nos refugiamos en este cómodo terreno de la filosofía del «tomador»: «estamos separados de la naturaleza, y por tanto somos inmunes a sus leyes».

    Las formas en que esta filosofía ha dañado tanto a la humanidad como al planeta son demasiado amplias y trágicas para nombrarlas. Al apartarnos del ciclo de sostenibilidad y conexión de la naturaleza, los «tomadores» hemos abrazado el exceso, la destrucción y la conquista. Junto con la noción materialista de que la conciencia no es más que una ilusión, nos encontramos con un monstruo de la ruina aparentemente imparable.

    Así las cosas, ¿qué podemos hacer a la sombra de este mal inmenso y sin rostro?

    El primer paso, y quizás el más importante, es reconocer nuestros propios dogmas materialistas y abrazar una filosofía que devuelva a la humanidad a la mezcla del mundo natural. Una filosofía que sostenga que la conciencia es el aspecto más fundamental de la realidad, en lugar de un simple espejismo sin sentido.

    Para ello, tal vez sea el momento de mirar hacia nuestros hermanos del Amazonas, que han mantenido las tradiciones animistas en el centro de su existencia desde sus inicios.

    El animismo como respuesta

    El concepto de animismo es puramente antropológico. Se trata de un término inventado por los antropólogos occidentales al encontrarse con las tradiciones espirituales de los pueblos indígenas de todo el mundo. Antes no existía una palabra para referirse al animismo porque no era necesaria; los pueblos que practicaban formas de animismo habían mantenido esas visiones del mundo como el aspecto más fundamental de su existencia. De la misma manera que no tenemos una palabra para la filosofía del «tomador» a la que nos aferramos tan dogmáticamente.

    La diferencia entre la creencia animista y el dogma de la filosofía del «tomador» es que el animismo tiene un sentido intuitivo. Aunque puede adoptar muchas formas diferentes, y es difícil encontrar una definición sólida, el animismo generalmente implica la creencia de que todo en el mundo —personas, animales, plantas, rocas, el clima— tiene un espíritu, una motivación y una experiencia.

    Una forma útil de pensar en el animismo es que todo lo que hay en el mundo no es más que un humano con una apariencia diferente; un alma humana que lleva un traje diferente, temporalmente. Esto se refleja en el chamanismo amazónico, que a menudo implica el cambio de forma: los chamanes humanos pueden moverse entre cuerpos, animales y plantas para curar enfermedades o desterrar espíritus malévolos (Riviere, 1994).

    En las tradiciones animistas, los humanos no están en absoluto separados de la naturaleza. De hecho, algunos incluso asumen que la humanidad es fundamental para la naturaleza. La etnia Barasana del Amazonas se considera responsable del mantenimiento de la naturaleza, y dice que «sin la gente, la selva sería un caos» (Davis, 2019). Aunque esto puede sonar un poco egoísta, está más cerca de la verdad que nuestra actual filosofía «tomadora» que afirma que estamos totalmente desconectados del orden natural de las cosas.

    Esto no quiere decir que las culturas animistas sean perfectas. Muchos chamanes practican regularmente la brujería, habitando los cuerpos de los animales para llevar a cabo asesinatos y violencia (Whitehead y Wright, 2004). Todavía abundan las actitudes dominantes, y algunas personas siguen considerándose más dignas de la vida que otros seres. La misoginia y la homofobia pueden ser habituales en algunas culturas amazónicas.

    Sin embargo, estas culturas casi nunca son explotadoras en la medida en que lo somos nosotros. Rara vez destruyen sus tierras, pescan excesivamente en sus ríos o cultivan enormes extensiones de monocultivos. A menudo entienden y aceptan el concepto de sostenibilidad de una manera mucho más fundamental que nosotros. Pueden ser muy conscientes del daño que son capaces de hacer al mundo; los maoríes, por ejemplo, deben arrepentirse del daño causado a cualquier ser del mundo, incluso a la madera que tallan o a la piedra que parten (Harvey, 2005).

    Muchas de las culturas animistas amazónicas también incorporan la ayahuasca a sus tradiciones. Esta bebida, elaborada mediante la combinación de varias plantas en un brebaje simbiótico con potentes efectos psicodélicos, es utilizada por los chamanes como vía de acceso al mundo invisible. Ésta es la única dualidad real presente en las tradiciones animistas: la idea de que nuestro mundo está dividido en lo que se ve y lo que no se ve, y el chamán es capaz de asomarse al vacío.

    Aunque las tradiciones de la ayahuasca en el chamanismo amazónico son diversas, la ayahuasca se considera generalmente como una encarnación de los conceptos del animismo; beber esta medicina vegetal tan especial pone al sujeto en contacto directo con el espíritu de la selva. El chamán recibe un conocimiento vívido y muy real de la interconexión de todos los seres, y vislumbra la conciencia fundamental, aunque vasta, presente en cada entidad humana y no humana.

    A medida que los occidentales han empezado a descubrir las profundas propiedades curativas de la ayahuasca, también tenemos la posibilidad de entrar en contacto con estas tradiciones y cosmovisiones animistas.

    ¿Podría la ayahuasca ser una ruta hacia el animismo para los occidentales?

    Entonces, ¿todo consiste dar ayahuasca a tantos occidentales como sea posible, y esperar a que una masa crítica deje sus trabajos en empresas de combustibles fósiles para empezar a plantar árboles en Brasil?

    Por desgracia, sabemos que eso es una quimera.

    El principal problema con la idea de la ayahuasca como panacea para nuestra atrofia filosófica es que la experiencia psicodélica depende en gran medida del set y el setting.

    Un narcisista puede sentarse a beber ayahuasca y salir con un amor aún más fuerte por sí mismo. Un fanático puede tomar ayahuasca y salir sin mejorar su compasión o empatía. Hay innumerables formas en las que podemos beber ayahuasca sin encontrarnos con los conceptos de animismo que integran la misma esencia de la ayahuasca.

    El propio concepto que tenemos de la experiencia psicodélica en Occidente es una barrera para que podamos captar realmente las lecciones del animismo. Por un lado, nuestra dependencia de la ciencia materialista significa que muchos de nosotros pensamos que la experiencia psicodélica puede ser explicada por la actividad de las neuronas en el cerebro. Esto no es más que otro intento de negar la primacía de nuestra propia experiencia subjetiva, y de convencernos de una explicación materialista de la conciencia.

    Del mismo modo, el concepto occidental del viaje se apoya en la idea de la «disolución del ego». Éste es el término que designa la pérdida del sentido del yo, el olvido de la individualidad y la unión con el universo. Sin embargo, lo vemos como una experiencia fugaz, y rápidamente nos mimamos con una sólida sensación de separación una vez que la sustancia desaparece.

    Como es lógico, el chamanismo amazónico no tiene una palabra para designar la disolución del ego, y no hay pruebas de que sea siquiera un concepto (Gearin, 2019). En la tradición animista, no hay un ego claramente separado para disolver —ya eres una parte de todo, y aunque puedes experimentar una expansión de tu conexión con otros seres, no será una sorpresa que se borren tus propios límites y que se revele la naturaleza ilusoria de la alteridad—.

    Ayahuasca y animismo

    Realmente, la mejor oportunidad que tienen los occidentales de encontrarse con los conceptos del animismo de la forma más pura posible es tomar ayahuasca en un entorno indígena. Viajar al Amazonas, encontrar un chamán con buena reputación y pagarle por una ceremonia.

    Aunque esto es poco práctico, y probablemente imposible para la mayoría de nosotros, es la situación ideal. La segunda mejor opción puede ser asistir a un centro de retiros dirigido por un chamán indígena, o a un círculo local de ayahuasca más pequeño con aportaciones indígenas.

    Incluso estas segundas mejores aproximaciones están llenas de peligros. La occidentalización de la ayahuasca ilustra realmente el miedo que tenemos a enfrentarnos a la sabiduría animista, y a desafiar nuestra filosofía materialista del «tomador». Mucha gente prefiere eliminar o minimizar los elementos tradicionales de la ceremonia de la ayahuasca —jibarizando el papel del chamán, ignorando el origen de la ayahuasca, o monetizando el vulnerable estado abierto que puede producir—.

    Es importante reflexionar sobre la forma en que los occidentales son vistos por las culturas animistas. Los pueblos amazónicos nos llaman cosas como «dueños de objetos», o «proveedores de mercancías». Los asháninkas de Perú y Brasil llaman a los occidentales «vampiros blancos», y creen que venimos del subsuelo para robar su grasa, que nos llevamos a nuestro dominio subterráneo donde la refinamos hasta convertirla en un aceite fino que utilizamos para engrasar nuestras máquinas (Narby, 2019).

    Eso no está muy lejos de la realidad; excepto que ahora en lugar de cosechar recursos naturales para nuestras máquinas, somos Vampiros Blancos extrayendo ayahuasca para nuestros retiros de lujo.

    Afrontar las consecuencias

    Por mucho que creamos lo contrario, todos estamos sujetos a las leyes de la naturaleza, y todos formamos parte del ecosistema de la Tierra. Nos enfrentaremos a las consecuencias de nuestros actos, por muy dogmáticas que sean nuestras creencias sobre nuestra superioridad.

    Todo lo que podemos hacer ahora es entrar en el mundo de la ayahuasca con respeto, receptividad y el deseo de salir del paradigma materialista y antinatural en el que nos hemos atrapado. Y, tal vez, rezar para que la ayahuasca sea comprensiva con nuestra ignorancia.

    Artículo original de Patrick Smith en Waking Times. Otros artículos del autor en EntheoNation.

    Si quieres aprender cómo puedes usar las plantas medicinales para descubrir los conceptos de animismo espiritual, visita el Curso de Plantas Medicinales de EntheoNation.

     

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    Patrick Smith

    Patrick Smith

    Patrick Smith is a biologist with a PhD in regenerative medicine and an MSc in neuroscience. He trained as a neuroscientist, driven by an interest in consciousness. He has written for a number of psychedelic publications on both science and culture, including Psychedelics Today, EntheoNation, and Psymposia. He also writes about psychedelics on his website and blog thepsychedelicscientist.com. In 2019, he presented at psychedelic conference Breaking Convention on Salvia.

    Aviso: La información contenida en la sección Perspectivas representa la opinión del autor, y no refleja necesariamente el punto de vista de ICEERS.

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