Hace muchos años, Jeremy Narby pasó algún tiempo viviendo entre los ashaninka en la Amazonia peruana, estudiando cómo se servían de la selva tropical. Al principio no prestó mucha atención a lo que pensaban de él, pero pronto se dio cuenta de que ellos también lo estaban estudiando. Acabó sabiendo que la gente con la que vivía lo consideraba un pishtako, un «vampiro blanco»: alguien que mata gente para extraerles su grasa. En un primer momento le resultó perturbador pensar que le veían de ese modo.
«¿Por qué los gringos nunca tienen suficiente?», le preguntaban. Bajo su punto de vista, los gringos estaban obsesionados con conseguir y acumular.
Pasado el tiempo, Narby empezó a pensar que el concepto de pishtako era, de hecho, una metáfora apropiada para el comportamiento que históricamente habían tenido los occidentales en la Amazonía, ya que se habían comportado durante largo tiempo de forma similar a un vampiro, explotando recursos naturales y humanos.
En los últimos veinte años, una nueva generación de occidentales ha llegado a la Amazonía en busca de experiencias y sanación chamánicas. Desde la perspectiva amazónica, que los gringos necesiten encontrar una cura no resulta en absoluto sorprendente. Lo que les sorprende es que ahora no han venido a llevarse oro o riquezas materiales, sino que quieren aprender e incluso están deseosos de pagar por ello. Esto es algo nuevo.
¿Qué piensan las gentes de la Amazonía de los occidentales que vienen a la selva a beber ayahuasca? Jeremy Narby les preguntó esto a varios indígenas amazónicos sin intereses en actividades comerciales relacionadas con la ayahuasca. Los ancianos no tenían ningún problema con el hecho de que los occidentales fuesen al Amazonas a beber ayahuasca, pero no estaban de acuerdo con la idea de que la exportasen a otros lugares. Deberían «pagarnos» o devolvernos algo en compensación, y también asegurarse de que la ayahuasca se utiliza con su verdadera finalidad, decían.
Vampiro blanco
Esto plantea una pregunta: ¿los apasionados por la ayahuasca en todo el mundo tienen una deuda con los pueblos que desarrollaron las prácticas en las que ahora se apoyan? La gente indígena del Amazonas está luchando por su supervivencia, resistiendo invasiones territoriales, extracción de petróleo, y deforestación. En estas circunstancias, beneficiarse de la sanación de la ayahuasca mientras no se hace nada por la gente que creó la bebida ciertamente parece vampírico. Por tanto, ¿qué pueden hacer al respecto los usuarios de ayahuasca occidentales?
Una sugerencia, de entre todas las posibles, es encontrar una organización cerca de ti que apoye las iniciativas de los pueblos indígenas de la Amazonía y hacer una donación cada vez que bebas ayahuasca. Los pueblos indígenas del Amazonas se hallan en la primera línea del frente en la selva tropical y están recibiendo muy poco apoyo del exterior. Ésta es una oportunidad para los bebedores de ayahuasca de demostrar su sensibilidad y mostrar reciprocidad con los pueblos indígenas de la Amazonía.
Hay personas que ya hacen esto. Pero los individuos son una cosa, y la comunidad científica internacional es otra. En Occidente existe una larga historia de extracción de conocimiento, de ciencia vampírica. Y esta historia parece que está volviendo a suceder con la ayahuasca, en la medida en que los científicos están descubriendo las notables propiedades de este preparado, pero muy poca ciencia está haciéndose en diálogo con los pueblos indígenas. Por ejemplo, muchos científicos reducen el preparado de la ayahuasca a la DMT que contiene, mientras que podrían aprender mucho de los indígenas de la Amazonía, que siempre han dicho que su poder principal procede de la liana. Esta clase de diálogos ayudarían a la ciencia a desvampirizar sus relaciones con los indígenas de la Amazonía respecto a un tema tan sensible como la ayahuasca.
El concepto de «vampiro blanco» encierra una profunda verdad. Los occidentales tienden a acabar manteniendo relaciones vampíricas con los pueblos indígenas del Amazonas independientemente de sus buenas intenciones. Esto se debe al desequilibrio de poder entre las partes. El problema es que los occidentales extraen mucho más valor de este encuentro del que consiguen los pueblos de la Amazonía. Muchos consumidores de ayahuasca dicen que su primera vez en la selva cambió sus vidas, pero, ¿qué han obtenido a cambio los pueblos de la Amazonía? Quizás algún pago, pero probablemente nada que les haya «cambiado la vida». Deshacer este desequilibrio y construir nuestras relaciones con los indígenas amazónicos de manera más recíproca constituye el trabajo de toda una vida.
La ponencia completa de Jeremy se puede encontrar en este artículo que escribió para la revista Granta.
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